¡Mira la estrella, invoca a María!
SS. Juan Pablo II
«Angelus» en Santiago de Compostela, (Galicia, España)
Domingo 20 de agosto de 1989
Domingo 20 de agosto de 1989
Respice stellam, voca Mariam!
¡Mira la estrella, invoca a María!
Como epílogo de esta IV Jornada Mundial de la Juventud, vamos a recitar ahora la hermosa plegaria mariana del Ángelus. Con ella encomendamos a la Madre celestial las intenciones y los propósitos que han acompañado nuestra peregrinación a esta hospitalaria ciudad de Santiago de Compostela.
1. Amadísimos jóvenes: Habéis venido, en gran número, de tantas naciones y pueblos. Muchos de vosotros, con enorme sacrificio. Deseo agradeceros de corazón este gesto. Pero este obligado agradecimiento quiero extenderlo también a vuestros seres queridos, que os han permitido emprender la ruta jacobea y el camino a Santiago, así como a los organizadores de las diversas manifestaciones y actividades. ¡Gracias, muchas gracias a todos!
2. Os invito ahora a dirigir vuestro corazón y vuestra mirada a la Bienaventurada Virgen María, guía y faro resplandeciente en el mar de la vida. Dentro de unos instantes, vamos a invocarla todos juntos, con serena confianza, para que confirme nuestros deseos, cuando está a punto de concluirse este importante encuentro, junto a la memoria del Apóstol Santiago. Esta peregrinación debe reforzar en nuestro interior, con la ayuda maternal de la "Estrella de la mañana", la "nueva mañana" que la humanidad anhela incesantemente, la firme convicción de que Jesucristo es "el Camino, la Verdad y la Vida".
Sólo Él da sentido pleno a la historia humana. María, la creyente por antonomasia, es "tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo" (Lumen gentium, 63). De ahí que la figura singular de la Virgen sea ejemplo para todos los fieles, de modo especial para vosotros, queridos jóvenes. Nuestra Señora es propuesta por la Iglesia como modelo de vida; una vida en función de la voluntad de Dios. Su peregrinación por el camino de la existencia terrena fue un "sí" decidido, total y responsable a las indicaciones del Señor. Recordemos Nazaret, Belén, la huida a Egipto, Caná de Galilea, el Gólgota, Pentecostés en el Cenáculo de Jerusalén. Son etapas de una peregrinación llevada a cabo con profunda fe. ¡Dichosa eres tú, María, porque has creído..., por eso todas las generaciones te llamarán bienaventurada! (cf. Lc 1, 45. 48).
Vosotros y vosotras os habéis decidido a seguir a Jesús, el Hijo de Dios. ¡Cuántas veces la Madre nos ha llevado amorosamente a su Hijo! ¡Por María a Jesús! La Virgen, desde el cielo, os mira con cariño y os protege en los avatares de la vida. ¡Madre de la humanidad redimida, ejemplo de amor, de abnegación y de servicio, haz que estos hijos tuyos que te aclaman como Madre, después de la peregrinación terrena, sean dignos de estar contigo en el Reino de la Vida! Es cada vez más necesario que incluso en los lugares más apartados de la tierra se den testigos, testigos jóvenes, del Evangelio, sin miedo o temor a las situaciones y a las circunstancias adversas, que sepan vivir coherentemente las exigencias de la fe, con la mirada fija en la santificación personal y en el ejercicio de la caridad fraterna.
Que esta Jornada os estimule a colaborar decididamente en el designio salvífico de Dios, en un mundo religiosamente secularizado y socialmente fragmentado, para que la Buena Nueva de salvación llegue a todos los hombres. ¡Proclamad con decisión la Verdad única de Cristo!
3. "Respice stellam, voca Mariam!". ¡Mira la estrella, invoca a María!
Que la Virgen sea ahora y siempre vuestra estrella y protección. Amadla como Madre que es. ¡Madre de Cristo y Madre nuestra! Y que el Señor Santiago haga de vosotros y de vosotras testigos fieles y decididos; testigos de perdón, de paz y de misericordia; testigos que prefieren construir sobre el cimiento sólido del amor y de la bondad; testigos que aguardan con paciente y, a veces, doliente confianza la venida del Señor.
¡Madre de todos los hombres enséñanos a decir AMEN!