Una variante peculiar de poemas cantados por juglares o trovadores, lo constituyen los autores de la lírica galaico portuguesa, que llega a ocupar, durante los siglos XII a XIV, un papel dominante en la lírica de casi toda la península. El reinado de Fernando III el Santo (1217-1252), criado y educado en Galicia y peregrino a Santiago, supondrá el momento de la lírica galaico-portuguesa, que llega a su apogeo con su hijo Alfonso X el Sabio (1252-1284), también educado en Galicia. Son tiempos en que el castellano es la lengua hablada en la corte, pero el galaico-portugués es el lenguaje para la poesía y la música. En las cortes de ambos reyes, sobretodo el segundo, se celebran certámenes literario-musicales a los que se convocaba a los mejores trovadores y juglares. Esta corriente literaria y musical encontrará también el favor de los monarcas portugueses, uno de ellos trovador de prestigio, Dioniosio I de Portugal, Don Denis, llamado el “Rei-Trobador”. Galicia y Portugal han mantenido una histórica relación de hermandad lingüística y cultural desde los suevos, en que compartían el territorio entre los ríos Miño y Duero. En este periodo medieval la peregrinación a Santiago a través del Camino Portugués será cauce de transmisión de la lírica galaico-portuguesa, en la que aparecen numerosos ejemplos que acreditan que Compostela era punto de concurrencia de los trovadores y juglares de toda la península, y en particular galaico-portugueses. Los códices que recogen esta producción entre finales de siglo XII y mediados del XIV, utilizan una lengua en la que no se pueden hallar rasgos dialectales sino que se trata de una coiné o lengua común o unificada que recibe el nombre de gallego-portugués, y cuyo estudio refleja que no se trata de una mera imitación de la lírica trovadoresca provenzal, sino que aporta numerosos elementos autóctonos. La forma propia de este género es la cantiga, o composición poética para ser cantada. Por la temática se distinguen tres tipos de cantigas: cantigas de amor, similar a las provenzales, en que un caballero expresa sus cuitas de enamorado; cantigas de amigo, de tradición autóctona, inexistente en la lírica provenzal, en que la enamorada relata su ansiosa espera a su enamorado ante un confidente allegado; y cantigas de escarnio o maldecir, con crítica satírica hacia algún personaje.
Las cantigas de amigo son, pues, una forma propia de la trova galaicoportuguesa y dentro de ella se reconocen distintas variantes temáticas. Las bailadas expresan la alegría de amar y de vivir, con métricas y ritmos que incitan al baile, y en las que los paralelismos y repeticiones responder a la existencia de dos voces o coros que se alternaban en la ejecución según un formato muy tradicional. Las barcaloras o mariñas, son cantigas que ambientan la espera del amigo con el mar de testigo en modo que la enamorada habla sobre el mar o con el mar. Las albas hablan de la separación de los amantes al amanecer, a diferencia de las alboradas, propias de la lírica provenzal y ausente en la galaicoportuguesa. Finalmente las de romería, muy específicas de la lírica galaico portuguesa, que ambientan expectativas amorosas en el marco de romerías y peregrinaciones a ermitas o santuarios, y donde el Camino de Santiago y la ciudad de Compostela cobran un claro protagonismo, no solo como foco de romería, sino como cauce de transmisión de cantigas, trovadores, segreles y juglares.
“Mandad´ei comigo”. Cantiga de amigo. Martin Codax.
“Bailemos nós já todas”, del segrel Airas Nunes.