De frente por las calles la Rúa, San Nicolás y Camino de Logroño. Partimos por los primeros rincones que dieron vida a Estella, poblados por francos gracias al Fuero otorgado por el rey Sancho Ramírez en el 1090. Entre la Rúa y San Nicolás, a un lado el Palacio de los Reyes de Navarra, del siglo XII y fachada porticada, y al otro la moderna escalinata que conduce a San Pedro de la Rúa, iglesia de bella portada y mejor claustro que parece vencer las leyes de la gravedad. Se sale a la calle de Zalatambor y seguimos de frente tras la rotonda. Después de la gasolinera nos desviamos ligeramente a la derecha y continuamos hasta Ayegui, antiguo señorío eclesiástico que posee su propio ayuntamiento y que se encuentra ensamblado físicamente con Estella (Km 2).
La ruta tradicional desciende hasta la fuente del Vino y el Monasterio de Irache. La pila mana agua y también vino desde 1991 y permite refrescarse antes de llegar al cenobio de Irache, situado bajo Montejurra desde el siglo XI. Reúne todos los estilos posibles y hoy se encuentra deshabitado. Al dejarlo atrás llegamos a un punto donde se presentan dos opciones para seguir: la primera, más boscosa y de frente, va por las laderas de Montejurra y pasa por Luquin; la segunda, hacia la derecha, es la más tradicional y visita Azqueta y Villamayor de Monjardín. Ambas variantes se juntan antes de Los Arcos. Elegimos la tradicional, que nos lleva a cruzar la N-111 y transitar por un vial de servicio entre el Camping Iratxe y la urbanización del mismo nombre (Km 4). Un túnel da acceso a un camino rodeado por terrenos de labor que más adelante penetra entre masas apretadas de carrascas. La senda se aborta fugazmente para cruzar la carretera de Igúzquiza pero nos acoplamos de nuevo a ella y seguimos hasta Azqueta, localidad con bar reciente donde vive Pablo Sanz Zudaire, apodado Pablito el de las Varas. Mítico en el Camino, Pablito construye y ofrece desde 1986 varas de avellano a los peregrinos que se acercan hasta su casa (Km 7,4).
Quién sabe si con un bordón nuevo dejamos Azqueta y, pasadas unas naves, giramos a la izquierda para ganar la partida al desnivel entre viñedos. Al borde del camino hay un aljibe medieval conocido por la fuente de los Moros, pensado para saciar a los peregrinos medievales, y más adelante se encuentra ya Villamayor de Monjardín (Km 9,2). Arriba, en la cumbre del monte Monjardín, se hallan los restos del castillo de San Esteban de Deyo. En el pueblo destaca la iglesia de San Andrés, románica del siglo XII y con torre barroca del XVIII. Fue restaurada entre 1973 y 1984 y su mayor tesoro es una antigua cruz procesional de plata que ya tiene réplica en la catedral de la localidad polaca de Torun. Villamayor también es famosa por su bodega y son sus propios viñedos los que se encargan de guiarnos por el valle que un día fue conocido como San Esteban de la Solana. Dos kilómetros después llegamos al cruce de la carretera de Urbiola, con fuente para hidratarnos bien y sobrellevar los próximos diez kilómetros sin poblaciones intermedias y a través de largas y monótonas pistas de concentración (Km 11,3). Unos textos de R. Ábrego animan este tramo solitario. En un panel, uno de ellos nos informa de que en un lugar cercano, en 1873, el general liberal Domingo Moriones y su ejército fueron derrotados por los carlistas (Km 13,3).
Hora y media después entramos en Los Arcos por el paraje de San Vicente y la calle Mayor. El pueblo conserva gran parte de su legado histórico y los antiguos hospitales de peregrinos de Santa María, Santa Brígida y San Lázaro han pasado el testigo a un buen número de albergues más modernos. Se llega hasta la plaza porticada de Santa María donde se ubica la iglesia del mismo nombre, un monumental edificio en el que se dan cita desde el románico tardío hasta el barroco. La plaza invita al descanso, merecido y necesario para afrontar el tramo final de etapa (Km 21,2).
Traspasamos el portal de Castilla e inmediatamente cruzamos la carretera y el río Odrón. Pasadas las últimas casas de Los Arcos retornamos a otra pista agrícola que avanza en línea recta, paralela a la N-111, durante tres kilómetros. Llegados a este punto, difícil de describir pero señalizado, nos desviamos a mano derecha por una senda (Km 24,8). Proseguimos por ella hasta la regata de San Pedro y la carretera de Sansol, que tomamos para llegar hasta esta localidad (Km 28). La abandonamos junto a un chalé ya a la vista de Torres del Río. Un rápido descenso, bajo el puente de la carretera, nos sitúa a las puertas de esta población final de etapa. Cuesta subir por sus empinadas calles y dar con la iglesia del Santo Sepulcro, templo octogonal del siglo XII que mantiene una torre adosada que pudo utilizarse como faro para guiar a los peregrinos que nos precedieron siglos atrás (Km 29)