La concha o venera de Santiago de Compostela


La concha de Santiago, o también venera, es sin lugar a dudas uno de los principales símbolos o distintivos que identifican a un peregrino, junto con el zurrón o morral, el bordón o el bastón, el sombrero de ala ancha, la capa con esclavina y la calabaza para almacenar agua o vino.

La concha del Peregrino, incluida recientemente por Benedicto XVI en el nuevo escudo papal, es también uno de los símbolos más destacados del Camino de Santiago, ya que era la prueba que demostraba que se había realizado la peregrinación a Compostela. Aunque el mito extendido de que los peregrinos se acercaban a las playas a recoger las conchas para regresar después a sus países con la demostración de haber realizado esta peregrinación es falso, por cuanto la venta de estos objetos fue fruto de un ascendiente negocio en la ciudad de Santiago, en la puerta de Azabachería, en dónde se podían encontrar en plomo, hueso, marfil y metales preciosos.

Es en el Códice Calixtino, una guía para los peregrinos sobre la tradición jacobea, en dónde se habla de lo que significa la concha de Santiago…

Por lo mismo que los peregrinos que vienen de Jerusalén traen las palmas, así los que regresan del santuario de Santiago traen las conchas. Pues bien, la palma significa el triunfo, la concha significa las obras buenas. Así como los vencedores al volver de la batalla solian en otro tiempo agitar las palmas en sus manos, mostrando que habían triunfado, así los peregrinos que vienen de Jerusalén traen las palmas, mostrando que han mortificado sus vicios. Pues los que se embriagan, los deshonestos, los avaros, los ambiciosos, los litigiosos, los usureros, los lujuriosos, los adúlteros o los demás vicios, puesto que aún están en la guerra de los vicios, no deben traer la palma, sino los que vencieron completamente los vicios y se unieron a las virtudes. Pues hay unos mariscos en el mar próximo a Santiago, a los que el vulgo llama vieiras, que tienen dos corazas, una por cada lado, entre las cuales, como entre dos tejuelas, se oculta un molusco parecido a una ostra. Tales conchas están labradas como los dedos de la mano y las llaman los provenzales nidulas y los franceses crusillas, y al regresar los peregrinos del santuario de Santiago las prenden en las capas para gloria del Apóstol, y en recuerdo de él y señal de tan largo viaje, las traen a su morada con gran regocijo. La especie de corazas con que el marisco se defiende, significan los dos preceptos de la caridad, con que quien debidamente los lleva debe defenderse, esto es: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.

Ama a Dios el que guarda sus mandamientos. Ama al prójimo como a sí mismo el que no hace a otro lo que no quiere para sí, y lo que quere para sí hace a los demás. Las conchas, acomodadas a manera de dedos, significan las obras buenas, en las cuales el que dignamente las lleva debe perseverar, y bellamente por los dedos se simbolizan las obras buenas: de ellos nos valemos cuando hacemos algo. Por tanto, como el peregrino lleva la concha, así mientras esté en el camino de la vida presente debe llevar el yugo del Señor, esto es: debe someterse a sus mandamientos.

Se cuenta que siempre que la melodía de la caracola de Santiago, que suelen llevar consigo los peregrinos, resuena en los oídos de las gentes, se aumenta en ellas la devoción de la fe, se rechazan lejos todas las insidias del enemigo; el fragor de las granizadas, la agitación de las borrascas, el ímpetu de las tempestades se suavizan en truenos de fiesta; los soplos de los vientos se contienen saludable y moderadamente; las fuerzas del aire se abaten…

Moralejo, S., C. Torres, y J. Feo. Liber Sancti Jacobi; Codex Calixtinus. Santiago de Compostela, 1951. Pp. 205-206.