Ya hemos tomado la decisión y, por tanto, tenemos que empezar rápidamente con los entrenamientos; al Camino, dentro de lo posible, tenemos que ir a disfrutar de lo mucho que tiene, nos tenemos que concentrar en él y su filosofía, que la tiene, y muy rica por cierto, y olvidarnos de la fatiga, ampollas y pies.
Si no estamos muy acostumbrados a andar, al principio deberemos empezar con paseos cortos, que se irán alargando progresivamente, especialmente los fines de semana, si es posible con salidas al monte, para habituarnos a las subidas y bajadas, hasta que lleguemos a dominar la distancia que creemos será la de las etapas a realizar.
Las últimas salidas las deberíamos realizar con la mochila cargada para irnos haciendo a su peso, y a la vez nos puede servir para darnos cuenta si el peso que llevamos es excesivo, pues es muy distinto hacer un domingo 25, 30 ó 35 Km. llegar a casa, ducharnos, dormir en nuestra cama y al día siguiente seguir con la vida normal. Sería conveniente en los últimos fines de semana, tratar de andar con la mochila el viernes por la tarde y hacer el máximo de Km., el sábado lo mismo, y de nuevo el domingo con el equivalente en Km. de las etapas previstas; si lo hacemos sin grandes problemas, llegar a Santiago sólo será cuestión de días.
Hay que tener en cuenta que el auténtico entrenamiento lo realizaremos en el propio Camino, y nos será más fácil hacer 40 Km. en el último tercio del recorrido, que 25 en el primero.
No obstante, para los que no hayan tenido posibilidad de entrenarse antes de empezar, indicarles que el mejor entrenamiento es la propia realización del Camino, pero que en su caso, deberán empezar de forma muy suave y, poco a poco, aumentar las distancias, en la seguridad de que el propio cuerpo nos avisará si estamos actuando correctamente.
Fuente: Federación Española de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago