Pablo regala a los peregrinos en Azqueta (Navarra) bordones realizados por él mismo con ramas de avellano y conchas de vieira.
Las estelas son piedras verticales que destacando en el terreno identificaban una sepultura. La mayor parte de las conservadas suelen estar decoradas o presentar inscripción. Sin embargo, el uso de éstas debió ser minoritario y ajeno a las capas populares de la sociedad que emplearon otros sistemas de señalización como lajas apenas desbastadas hincadas en el suelo, hitos de madera, túmulos o acumulaciones de piedras.
Nota de Alfonso Biescas:16.03.00. Azqueta.
Subo el repecho de entrada al pueblo y me siento junto a la iglesia. No voy cansado pero a veces me gusta parar y saborear lo que de Camino he hecho. Se me acerca un hombre amable y cariñoso. Me pregunta cómo voy. Le respondo y hablando con él descubro que es Pablito, el famosísimo personaje del Camino que regala bordones de avellano a quien se lo pide. Al llegar Txemari, nos hace pasar a su casa a tomar un café, el mejor regalo que nos podía ofrecer. Mientras lo prepara, Txemari se lía con un cuadro de carlistas que ve en la pared. Dice que son no sé qué y a partir de ahí entablan una entretenidísima conversación sobre el tema. Txemari, no se sabe de dónde, saca el sello del Cura de Santa Cruz y nos lo estampa a cada uno en nuestros cuadernos, el suyo de cuentas, el mío de viaje. Saca Pablito su sello y nos lo pone en nuestras credenciales. Como yo no tengo sello que poner, le prometo al dueño de la casa que le voy a diseñar y hacer uno porque el que usa es lo más tosco que por la Ruta corre. Me da los datos, los apunto y nos despedimos con un Buen Camino, que se nos ha ido la mañana en amable charla.
Nota de Alfonso Biescas: 14.03.01. Azqueta.
Llegando a Azqueta vemos a Pablito trabajando en un campo. Le saludo y le pregunto por su salud, ya que me habían dicho que había estado muy enfermo, incluso algunos afirmaban que había muerto. Nos invita a un café. Le seguimos Derren y yo. Como no me recuerda le comento que el año pasado por las mismas fechas, me invitó como ahora a pasar a su casa. Estuvimos hablando sobre el cuadro del Ejercito Carlista que tiene en la pared con un especialista en el tema, el cual me estampó en el cuaderno de viaje el sello del Cura de Santa Cruz, pieza curiosísima. Mientras piensa, le digo que soy quien le ha diseñado, hecho y mandado un sello. Y entonces me echa una amable bronca. Dice que no lo puede usar pues pone Pablo cuando él es Pablito. Me defiendo diciendo que no lo entendí bien y prometo enmendar el error. Y consigo, que como excepción, me ponga el sello que le envié. Nos despedimos, pues algún día volveré a pasar, aunque el próximo año intentaré de nuevo la Vía de la Plata. Antes de salir nos regala unas conchas ya que preferimos el bastón telescópico que ambos llevamos, a sus afamadas varas de avellano. Es difícil irte de su casa sin un detalle de su gentileza. He de reconocer mi pecado pues nunca le mandé a Pablito la rectificación. Pero como podemos observar en el sello, alguien se lo retocó a su gusto. La imagen que usé para el sello es una antigua estela vasca ya que en su casa tiene una que retiró del antiguo Camino.