Canciones y música en el Camino

Tras los fallidos intentos unificadores de San Gregorio y de Carlomagno en la Alta Edad Media, en los siglos X y XI surgió en Europa un nuevo espíritu de confraternización, que abrió caminos de entendimiento entre los distintos países del Viejo Continente. Miles de cruzados y romeros comenzaron a recorrer la geografía europea hacia Roma, Santiago o Tierra Santa, con un variado abanico de finalidades; algunos buscaban la redención de sus pecados o el cumplimiento de promesas hechas en momentos difíciles; otros eludían la acción de la justicia, o, simplemente, se lanzaban a la aventura para quitarse de encima la rutina de la miseria cotidiana.

Jugó papel esencial en este movimiento la Abadía de Cluny en el departamento francés de Saône-et-Loire. Los monjes de este monasterio promovieron peregrinaciones y romerías: trazaron itinerarios, propagaron informaición y alentaron a los romeros, para que, andando y cantando, sobre todo sobre los caminos que conducía a Santiago de Compostela, construyeran de veras la unidad de Europa. El Camino fue el germen de un gran intercambio de lenguas, ideas y costumbres, así como del nacimiento de un largo itinerario de arte románico.

El canto cumplió una función importantísima en las peregrinaciones y romerías medievales. Antes de que Gutemberg inventara la imprenta, la canción fue, junto a la oratoria y el lenguaje figurativo de las imágenes, el modo ordinario de información e instrucción. No eran muchos los que en esta época sabían expresar sus ideas por medio del lenguaje escrito. Salvo un corto número de clérigos, que se ocupaban de la crónica histórica y de la copia de documentos, la inmensa mayoría de la población, tanto noble como vasalla, era absolutamente ágrafa e inculta. La memoria suplía la falta de textos escritos. Los mecanismos de memorización se favorecían elaborando textos con esquemas rítmicos, paralelismo de ideas, ubicación fija de sílabas determinadas y palabras escogidas, repetición cíclica de estribillos, cadencias etc. Para fijar mejor en la memoria el texto preparado, se le aplicaban sonsonetes o melopeas. Los trovadores y juglares son los tipos característicos de la época, recorriendo la geografía europea con sus repertorios de canciones de gesta. Pero no sólo ellos; los dirigentes eclesiásticos apreciaron pronto el valor pedagógico para la predicación y la catequesis.



Ciñéndonos al movimiento medieval de peregrinaciones y romerías, diferentes centros eclesiales, sobre todo la abadía de Cluny, confeccionaron cancioneros, que, memorizados debidamente, servían a los romeros como verdaderos libros de viaje. Para los que recorrían el Camino de Santiago, las canciones constituían una forma magnífica de predicación, información y diversión. En las canciones encontraban los romeros el discurso para mantener su fervor religioso. Las canciones constituían, por otra parte, una magnífica guía de viaje con descripción de itinerarios y consejos útilies para el camino. El canto y la danza servían finalmente a los romeros para sus momentos de esparcimiento y diversión.


Nos consta que cantaban los romeros por las colecciones que se han conservado y por el testimonio de diversos documentos que hablan del Camino, sobre todo, el Códice Calixtino. Hay también menciones en textos, que tratan indirectamente el tema. En el capítulo XI de la 2ª parte de su célebre obra, Cervantes dice que Don Quijote "vio seis peregrinos con sus bordones destos extranjeros, que piden limosna cantando". Luis de Narváez, célebre vihuelista granadino del s. XVI, canta en una de sus coplas: "el romero y peregrino, cansado de caminar, comienza luego a cantar, por alivio del camino"; la copla señala una de las razones del canto: "por alivio del camino".

Podríamos agrupar los cantos de los peregrinos en dos grandes bloques. Algunas canciones se cantaban en Santiago: el repertorio litúrgico en canto gregoriano, las canciones polifónicas contenidas en el Códice Calixtino y diversos himnos, que aún siguen cantánadose, tanto con texto latino como gallego o castellamo. El segundo grupo estaría formado por las canciones que se cantaban en el camino: coplas breves; canciones estróficas de carácter lírico, con varios versos y estribillos; y largos romances narrando gestas de personajes o dando instrucciones útiles para el viaje. Se conservan muchas canciones, leyendas, escenas y romances referentes al Camino de Santiago. Se encuetran en las lenguas más diversas: gallego, portugués, castellano, euskara, catalán, italiano, francés, belga, alemán, holandés, inglés, noruego, esloveno...


La fuente más abundante y rica, por influencia, sin duda, de la Abadía de Cluny, es la de los cancioneros franceses. En 1616 publicó Pierre Philippes sus "Rossignols spirituelles", donde se encuentran algunas canciones del Camino. Pero la edición más interesante es la titulada "Les chansonos des pèlerins de Saint Jacques ", un librito de 48 páginas, que contiene textos de canciones sin notación musial. Se conservan tres ejemplares en la Biblioteca Nacional de París; dos de los libritos fueron publicados en 1718 en Troyes, pero, curiosamente, en ediciones distintas. Este cancionero fue reeditado con el mismo título pro Camille Daux en Motoban en 1889. Una de las canciones, titulada "Quand nous partîmes de France en grand dèsir", va narrando las características y costumbres de los pueblos, villas y ciudades por donde pasa el peregrino, desde París hasta Compostela. Dice la canción que en Bayona el peregrino tuvo que cambiar los "luises" en "doblones"; en Bizkaia tropezaron con un lenguaje rudo e ininteligible; en el paso de montaña San Adrián tuvieron que fortalecer el corazón con un trago de vino de Champaña; en Vitoria olía a romero y lavanda; en Santo Domingo oyeron cantar al gallo en la catedral ; en la iglesia de los Agustinos de Burgos vieron sudar a un Crucificado;en León las mujeres salieron a recibir a los peregrinos vestidos de gala... Una canción similar, titulada "Lorsque nous partîme de France", describe el camino inverso, el del regreso de Compostela hasta París.

Las canciones servían, como ya hemos dicho, para fortalecer la religiosidad del peregrino, para proporcionarle información sobre el camino, y además, para alegrar sus momentos de descanso. Una canción francesa, titulada La gracia de Santiago, cuenta cosas realmente graciosas: "Cuando volvía de Compostela, el cojo bailaba sobre una cuerda y el tullido se balanceaba en un trapecio. ¡ Oh, gran Santiago, cuídame! Cuando volvía de Compostela, el marido que nunca tuvo hijos, por poco que tardara en regresar, se encontraba a la vuelta con dos. . ¡Oh, gran Santiago, cuídame! Volvían de Compostela un sordo y un mudo; el mudo parloteaba como una urraca, por lo que el sordo suplicaba. ¡Oh gran Santiago, tápame de nuevo mis oídos!"

De Santiago y del Camino hablan muchos romances. En el Cantar del mío Cid leemos: "Ya se parte don Rodrigo, que de Vivar se apellida, para visitar Santiago a donde va en romería". El romance de Don Gaiferos de Mormaltán cuenta el Viernes Santo de 1137. Varios romances se refiren al famoso Tributo de las cien doncellas. En otros romances se reprueba la conducta de un conde (varía el nombre), al que llevan preso "por forzar a una doncella nel camino de Santiago".

El más importante y antiguo canto de pereginos es el titulado Ultreia. Está recogido en un apéndice del "Codex Calixtinus" . Escrito "in campo aperto", es decir, con notaciones neumáticas sobre el texto, pero sin ninguna referencia de clave, línea o pauta, ha sido objeto de diferentes transcripciones. Las mejores son, sin duda, las realizadas por Dom Joseph Pothier y por el P. Germán Prado. Desgraciadamente, la versión de Higinio Anglés, escogida oficialmente como himno de los cursos de Música en Compostela, deja mucho que desear, pues ni por interválica, ni por tesitura responde a los actuales parametros de investigación paleográfica.



Sabin Salaberri, profesor del Conservatorio de Vitoria-Gasteiz (País Vasco)