Los peregrinos ponen su mano en la columna central, posándola en la huella profundamente marcada que han dejado millones de manos desde que, en 1188, el maestro Mateo concluyera este Pórtico de la Gloria, y que dicen que está representado en la escultura que, detrás del pórtico y mirando hacia el altar, es conocida popularmente como el Santo de los Coscorrones, donde la gente le da un cabezazo. "Dicen que es para que les insufle inteligencia", dicen allí mismo.