Codex Calixtinus... Gratias Deus!



El Códice Calixtino ha aparecido. Estaba oculto en un garaje de Milladoiro, cerca Santiago, del que la Policía desconocía su existencia y que habría sido revelada por uno de los cuatro detenidos por el robo en el transcurso de los interrogatorios que se están llevando a cabo desde que ayer se produjesen los arrestos.

La aparición del libro ha disipado la principal preocupación de los investigadores, que era que el Códice hubiese sido vendido o destruido. Por ello, cuando lo han visto ante sus ojos, entre los agentes de la Brigada de Patrimonio Histórico y del propio juez instructor, José Antonio Vázquez Taín, se han producido escenas de auténtica euforia y alegría.

Un año después de su desaparición, el pasado 5 de julio del 2011, la Brigada de Patrimonio de la Policía Nacional hizo ayer las
primeras detenciones en relación con el caso. El principal sospechoso del robo es José Manuel Fernández Castiñeiras, un técnico electricista residente en Milladoiro que trabajó durante más de 25 años como autónomo en el templo compostelano y llegó a falsificar un documento laboral para simular ser un trabajador fijo contratado en la catedral. Poco antes del 2009, y ante una regulación de empleo, desde el templo se rompió la relación laboral que mantenían con él. Fuentes de la catedral avanzan, sin embargo, que, después de que dejase de trabajar allí, el detenido acudía todos los días al lugar sin ningún cometido específico. El antiguo trabajador reclamó incluso 40.000 euros por despido improcedente.

Junto a José Manuel Fernández Castiñeiras, arrestado en la calle, también han sido capturados, en el domicilio familiar de Milladoiro (Ames), su mujer, María Remedios Nieto Mayo, y su hijo, Jesús Fernández Nieto, y la supuesta novia de este último, María Jesús Quinteiro Seoane, en la residencia de sus progenitores. Los tres podrían tener la consideración de cómplices. Los cuatro detenidos por el robo del Códice Calixtino se encuentran en la comisaría de Santiago de Compostela, y mañana pasarán a disposición judicial, según el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia.

Los detenidos tenían en su poder uno de los Libros de las Horas también sustraído, llaves de la catedral y 1,2 millones de euros

La policía
vigilaba al antiguo trabajador del templo desde hace tiempo y a lo largo de esta semana los agentes han realizado varios registros en en domicilios, garajes y trasteros de Santiago, O Milladoiro, Negreira y O Grove por el robo del Códice Calixtino, en los que se han encontrado ocho copias del Códice, libros religiosos antiguos de gran valor -entre ellos, uno de los Libros de las Horas, cuya desaparición también fue denunciada por el deán de la catedral-, documentación relacionada con los responsables y religiosos del templo compostelano, correspondencia de los canónigos, llaves de acceso a dependencias de la catedral, una gran cantidad de monedas y otros objetos artísticos procedentes del lugar y 1.200.000 euros en dos inmuebles distintos .

Fuentes de la investigación confirmaron que José Manuel Fernández Castiñeiras es el
principal sospechoso del robo del Códice, aunque por el momento la Policía no ha hallado el libro, una joya artística del siglo XII que desapareció en julio del 2011 de la caja fuerte en la que estaba guardado en el archivo de la catedral de Santiago.

La policía y
el juez instructor del caso, José Antonio Vázquez Taín, continuaron con los registros hasta las 04.30 horas. A lo largo de la jornada de hoy se practicarán diligencias.

El ladrón fue vigilado durante un año

Durante todo este año, el extrabajador de la catedral ha sido vigilado por la Policía, que incluso ha intentado entrar en contacto con él de modo indirecto para negociar la devolución del famoso libro, que se considera como la primera guía turística del Camino compostelano. Cuando los investigadores se han convencido de que el sospechoso no cooperaría, han optado por detenerlo para intentar desbloquear el caso.

Año de hipótesis, de la desaparición al robo

La
primera noticia de la desaparición del Códice Calixtino fue recibida como un imposible. El 6 de julio del 2011 la policía confirmó que investigaba la falta del Liber Sancti Iacobi de la caja fuerte de la catedral de Santiago, aunque no podía precisar el día exacto, entre el 30 de junio y el 5 de julio, en que la joya dejó de estar en su lugar. Las palabras desaparición o extravío fueron dejando paso en los primeros días a la hipótesis del robo, una teoría apoyada en todas las líneas de investigación por una colaboración interna por la dificultades de acceder al libro, aunque la policía señaló deficiencias en el sistema de seguridad y fallos en la manera en que se conservaba la pieza en el archivo.

En las primeras horas se apuntaron dos posibles móviles: una venganza interna, dirigida fundamentalmente contra el deán de la catedral y entonces responsable del archivo, José María Díaz; y un
robo realizado por encargo de un coleccionista. Algunos especialistas valoraron el Códice en 10.000.000 euros y el famoso ladrón de obras de arte Erik el Belga explicó que un robo así se puede encargar por 150.000 euros pero que no se podría realizar sin colaboración desde dentro.

La policía, con la incorporación de especialistas de la Brigada de Patrimonio Histórico,
comienza a estudiar cerca de 400 horas de cintas de las cintas de vídeo de las 25 cámaras que la catedral tenía instaladas. Con un problema añadido. En la habitación en la que se guardaba el libro no había cámaras, las más cercanas estaban situadas en los pasillos de acceso. El operativo incluye controles de carreteras al que se suman efectivos de la Guardia Civil y de la Guardia Nacional Republicana en Portugal.Pasado un mes de la desaparición la policía mantiene abierta todas las líneas de investigación. El robo se convierte en hurto o un secuestro aprovechando, según los investigadores, la concurrida circulación en el interior del templo y la falta de control sobre el acceso al interior y las mochilas.

En esos días el Arzobispado de Santiago
pide a los ladrones que lo devuelvan y el gobierno descarta ofrecer una recompensa por su retorno.

Tres meses después, el
deán dimite como archivero catedralicio reconociendo que la desaparición del Códice es determinante en esa decisión y que, según todas las versiones, las llaves de la caja en la que se conservaba el libro junto a otros documentos estaban puestas en la cerradura.