...Y nació la lengua castellana


Unas especiales condiciones se dieron durante el siglo VIII en los nuevos territorios conquistados en la naciente Castilla; Alfonso I, llevó a esta zona gentes procedentes de la meseta que habían sido romanizadas en alto grado siglos atrás, las cuales se juntaron incluso en mestizaje con las ya existentes, apenas romanizadas y que por lo tanto conservaban en parte sus costumbres y lenguas de tiempos anteriores a los de la conquista romana, especialmente, cántabros y vascones.

Se da por lo tanto una situación de bilingüismo, con lo que los hábitos fonéticos de unos se verán importantemente influenciados por otros. Fue así en esa primera Castilla, donde comenzó la deformación del romance hispanogodo, que más o menos se hablaba en toda la península de una forma homogénea. Esta lengua romance, hablada por esas gentes cántabras y vasconas, con sus peculiaridades lingüísticas y fonéticas irán deformando y desviando la norma y poco a poco convirtiéndola en un nuevo dialecto. Esta lengua naciente, ira evolucionando de una forma interna y única, ayudada además por una situación de aislamiento debida a la dificultad de comunicación orográfica y a las malas relaciones con el mundo hispanogodo de León.

Las ganas de separación e independencia de este pueblo naciente, hará que se sientan orgullosos de estas diferencias con su habla y será bandera distintiva.

Como escribe el insigne lingüista Cesar Hernández: "Y así debió nacer el castellano, como un conjunto de deformaciones vulgares provocadas en un ambiente de situación bilingüe, con clara intención de manifestar su personalidad propia frente a otras normas habladas. Su germen, pues, debió ser ese romance hispanovisigótico, y sus impulsores los factores señalados, es decir, los varios hábitos lingüísticos, la deformación, la vulgarización y la conciencia positiva de unos hablantes respecto a su manera de hablar."