A Cruz dos Farrapos (La cruz de los harapos)

A CRUZ DOS FARRAPOS

Oh, Cruz dos farrapos,
vella e ferruxenta,
agocha a miña alma,
escura e desfeita
”.


(Dos=de los. Farrapos=harapos. Vella=vieja. Ferruxenta=llena de ferruxe, óxido. Agocha=arropa. Miña=mi. Escura=oscura. Desfeita=deshecha.)


Remontémonos a tiempos medievales, tiempos en los que apareció y se construyó Europa. Es incierto datar con exactitud el nacimiento de la peregrinación a Compostela, pero, según los historiadores, el definitivo espaldarazo que hace del Camino de Santiago la gran ruta de peregrinación es la concesión en el siglo XII, desde Roma, de los Años Santos Compostelanos, con la posibilidad de que los peregrinos obtuvieran la indulgencia plenaria. Como curiosidad, es anterior al Año Santo Romano, que se instauró en 1300.


En cuanto los peregrinos entraban en Santiago, acudían a la catedral y saludaban al Apóstol, dándole gracias por haberles permitido llegar y, de inmediato, se dirigían al tejado de la cabecera de la catedral, todo él protegido por una balaustrada, donde se encontraba ─se encuentra─ la CRUZ DOS FARRAPOS. Allí, sobre la girola o deambulatorio, espacio que rodea al altar mayor por donde podían transitar los fieles devotos de las reliquias que allí se atesoraban, y característico de la arquitectura románica, existe todavía un pilón-pira, presidido por la CRUZ DE LOS FARRAPOS.


La cruz es de cobre, de unos dos metros de altura, y está incrustada en un bloque de piedra en forma de cordero. Como he dicho, al lado había ─hay─ un pilón donde los peregrinos llegados hasta allí dejaban sus viejas ropas y las sustituían por otras nuevas y limpias facilitadas por el cabildo. En un acto entre ritual e higiénico procedían a quemarlas en la pira, a los pies de la cruz como signo de renuncia a su vida anterior y de inicio de una vida nueva. La piedra permanece calcinada todavía.
No se sabe con certeza el origen de esa práctica, aunque ya se tiene constancia de su existencia en el siglo XVI. Tras la desaparición de la costumbre, la CRUZ DOS FARRAPOS quedó abandonada en medio del tejado. José María Máiz Togores