Camino y fuerzas telúricas

"Desde las épocas prehistóricas, el hombre ha tenido conciencia de que existen en la tierra puntos de energía especial. De la misma forma que nuestro cuerpo presenta puntos en los que podemos medir el pulso vital, también la tierra, como gran cuerpo vivo, tiene sitios donde el pulso vital interno, las fuerzas telúricas, laten con muchísima más fuerza. Aprovechando estos puntos, en la Antigüedad solían marcar caminos que eran como las venas y arterias por las que circula nuestra sangre.

De esta forma, el hombre que surcaba estos caminos, a la par de moverse por un afán místico y por llegar a la meta, también iba tocando puntos vitales.

Tal vez uno de los símbolos más antiguos de la cruz sea aquel en el cual se simplifica y se une esta fuerza horizontal que une puntos vitales de la tierra, y la otra fuerza vertical que, viniendo desde las estrellas, irradia también energía sobre la tierra. Así, habría puntos terrestres doblemente favorecidos. Por un lado, toda la energía terrestre que mana como si fuese un enorme río. Por otro lado, la energía cósmica que cae también sobre el mismo sitio, y aquí nos encontramos con el punto central de la cruz, donde se puede aposentar un templo.

Es curioso comprobar – y Compostela no es una excepción – que generalmente donde hay catedrales, o templos, o sitios que promueven peregrinaciones a lo largo de tiempo, no existe sólo un templo, sino que a medida que se excava, aparecen más antiguas construcciones y generalmente el fondo de la excavación coincide con pozos sagrados, cuevas sagradas o pequeñas oquedades en la montaña. Compostela no es una excepción porque a la vista está la catedral más vieja, otra más vieja, aun restos de un templo romano y un pozo de los celtas.

Evidentemente, la elección de un sitio, el hecho de escoger siempre el mismo para levantar un templo, obedece tal vez a ese secreto de las fuerzas telúricas y las fuerzas estelares combinadas. Tal es el caso específico de Compostela, y tal es incluso el caso del Camino que ha sido considerado siempre como sagrado.
El Camino de Compostela no es el único que va de este a oeste, recorriendo casi con total perfección un paralelo terrestre (el paralelo 42), sino que hay otros dos caminos más al norte: uno que recorre Francia en esa dirección, y otro que recorre Inglaterra también en la misma dirección. Es interesante constatar que las ciudades del camino francés y las del inglés presentan gran cantidad de coincidencias en los nombres, en los símbolos, en las construcciones. Todos estos caminos pasan por sitios cubiertos de construcciones dolménicas, por ciudades donde se hace referencia al perro o al lobo; todos estos caminos terminan en el Oeste, sobre el mar, en rías, en sitios escarpados de difícil acceso, pero a la par de fácil y cómodo resguardo a la hora en que una embarcación tuviese que penetrar allí.


Y si estos caminos coinciden con paralelos que marcan rutas especiales de energía en la tierra, la pregunta es casi inevitable: ¿Quiénes trazaron estos caminos?, ¿quiénes eligieron estos caminos que son tanto más viejos que el Camino cristiano de Santiago? Porque cuando las peregrinaciones de Santiago comienzan, este Camino ya está hecho; porque cuando en el siglo IX se encuentra a Santiago el Mayor, todas las ciudades ya tienen sus nombres de “estrella”, de lobo, de oca o de cuervo. ¿Quiénes tuvieron la habilidad fantástica de poder determinar un camino sobre un paralelo terrestre casi sin ningún error?, ¿quiénes pudieron reunir tantos símbolos y reflejarlos en todos los nombres que fueron jalonando este camino?

Los investigadores han encontrado una serie de elementos interesantes; la mayor parte de los símbolos de estos caminos que van hacia el Oeste, hacia el mar, son símbolos marinos. La concha de Santiago es un símbolo marino. Y hay otro símbolo marino importantísimo que es el de la oca. Desde épocas legendarias, entre los celtas y preceltas, existe un símbolo sagrado, de recogimiento propio, de cofradías y hermandades: es el de la oca o del ganso, especialmente la pata de la oca o del ganso que, al caminar, deja impresa una marca muy semejante al tridente de Poseidón que fue determinativo de todas aquellas culturas consideradas atlantes. El Camino de las Estrellas coincide con el Camino de la Oca y la Concha.


Todos estos pueblos, todos estos caminos, además de tener este símbolo de la pata de oca y de la concha (que si se mira detenidamente también es una pata de oca), tiene asimismo una serie de tradiciones marinas. Ellos llegaron de alguna parte y tuvieron que desembarcar en puntos altos de la tierra, huyendo de un gran cataclismo, una gran inundación. Vemos que las tradiciones de los celtas repiten las mismas del antiguo Egipto, de la India y de Grecia: el gran cataclismo de la Atlántida y los sobrevivientes que con sus conocimientos, su tradición y su forma de vida, escogieron para continuar su obra los puntos más altos que tenían a su alcance.

Y la Obra continúa viva… El Camino de Santiago sigue embriagando la imaginación de los hombres con sus símbolos y sus misterios. Aún es posible revivir aquel sentido de aventura espiritual, de renovación interior que se obtenía a lo largo del Camino. Aún hay quienes sueñan con transformarse y vuelven sus pasos esperanzados hacia esos puntos de la tierra, donde las energías se han conjugado para conformar un verdadero puente de unión entre los hombres y Dios.

Hace falta vencer, una vez más, la mayor de las pruebas: el temor a lo desconocido, el temor a la muerte, representada en el Sol que cae y desaparece en el Occidente, allí donde acaba el Camino… Hay que arriesgarse, como los antiguos hombres que sobrevivieron a terribles catástrofes, a sobrevivir en este momento histórico de tinieblas. Hay que atreverse a caminar hacia el Occidente, allí donde cada cual pierde su nombre de ilusión, para reencontrarse con su verdadero ser; también los Iniciados perdían la vida para ganar la Vida…

Terminado el recorrido del Camino de Santiago, nos esperan extranos túmulos y monumentos sepulcrales, casi al borde del mar, en Noya. ¿Son verdaderas tumbas, o piedras sagradas cuyas inscripciones nos recuerdan ias viejas marcas de reconocimiento iniciábco? El viajero queda allí, solo, y el cansancio abre puertas desconocidas ante la mente y el sentmiento; los ojos se pierden entre los petroglifos, buscando la vieja senal del hombre peregrino del Misterio, ansioso del retomo a su patria celeste."